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Para los apasionados de las motos.

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Mensaje por rfrege Lun Sep 02 2013, 12:35

Bueno,como comenzar con este post... Una cosa es cierta tengo a Bajaj en mi corazón ,deseo tener una cuando sea posible pero así y todo aunque no haya vivido en esos tiempos tengo cierta nostalgia por la época dorada de la fabricación de motos en Argentina. Desde una Puma hasta una Tehuelche me hacen suspirar cuando las veo firmes al paso del tiempo. El andar en moto y compartir momentos es muy grato y algo que se disfruta hasta en los momentos mas difíciles, te ayuda a pensar y redescubrirte y conocer lugares y gentes desde otra optica totalmente distinta. El siguiente articulo espero que lo disfruten porque me recuerda muchas cosas que todos,hasta los que llevan adelante este foro podemos sentirnos reflejados...

Una vieja Gilera me hizo descubrir caminos impensados

Nostalgia y libertad. Las antiguas motos fabricadas en la Argentina generan sentimientos imborrables, quizás porque representan la imagen de un país que añoramos. O por la posibilidad que nos brindan de explorar espacios, en vez de sólo transitarlos.

Comprar una moto antigua, oxidada, sin papeles, no indica necesariamente algo sobre la estabilidad mental del comprador. Ahora, si el comprador no sabe andar en moto y su máximo logro en manualidades fue colgar torcido un perchero de fibrofácil, el panorama podría ser absolutamente diferente. Corría el 2004 y yo estaba atravesando algún tipo de crisis o quizá me enfrentaba a mis miedos: la única experiencia en dos ruedas había sido a los quince años y terminé colgado en un alambrado. Entonces, al ver un cuadro oxidado, el esqueleto de un sillín monoplaza y las curvas de un tanque descolorido, no me sentí amenazado, sentí que yo era capaz de adivinar su belleza y rescatarla.

El dueño me dijo que era una moto italiana con pocos faltantes. Le di los 1400 pesos que pedía y la subí a un flete. Ahí empecé un recorrido por varios mecánicos. Todos la rechazaban con el mismo argumento: iba a llevar mucho tiempo y les rendía más trabajar con las motos chinas.

Uno de esos mecánicos me sugirió “Yo en tu lugar le tiro un cable, una lamparita y la uso de velador... alta onda”. Dejé pasar unos segundos a ver si se reía pero no... lo había dicho en serio.

Estaba a punto de resignarme cuando un mecánico me aceptó la moto más por nostalgia que por negocio. Dijo que era una Gilera de los años cincuenta, que no era italiana sino que había sido fabricada en el país, más específicamente en una fábrica ubicada en Carlos Spegazzini. Esa fábrica había tenido más de 500 empleados y una pista de pruebas. “ Ahora atornillan tres piezas y dicen que están fabricando... En Spegazzini se encargaban desde la fundición de los metales hasta el montaje final”, dijo. La moto no podía estar en mejores manos.

Por mi parte empecé a recorrer cuevas en busca de los faltantes: Pájaro Cycles, Roma Sport, Moto Córdoba. Algunos de estos lugares eran atendidos por gente paciente y cordial. En otros como Moto Córdoba había que pagar derecho de piso. Su dueño, Víctor, el primer día me echó por pedir una rebaja del 10% en un pulsador de bocina. Pero de tanto pasar me gané su confianza. Podía quedarse hablando conmigo horas sobre la exportación de la Gilera Gina a Estados Unidos.

Aprendí a manejar por la noche en las cocheras de un edificio de oficinas. No fue fácil lograr confianza.

Primero estaban mis miedos. Luego, los problemas típicos de una moto tan antigua recién puesta en marcha: los cambios patinaban, el carburador no regulaba bien, el aceite brotaba por las juntas y el escape llenaba la cochera de humo blanco. Tardé un mes en domarla y no creo que exista una palabra más precisa.

La primera vez que salí a la calle s entí que se despertaba una euforia contenida. El viento en la cara, los sonidos, los olores y la vibración salvaje del motor. También sentí que la gente me miraba. Pensé que era por el ruido o el humo. Entonces un tipo en un camión de sodas bajó la ventanilla. “Huevo”, gritó.

Me empezó a hervir la sangre, ya pensaba decirle “Más huevón tu hermano”.

Entonces el tipo agregó “A esa Gilera le decíamos huevo, por el tanque”. Sonreí, avergonzado. Todos los sábados salía un rato y las charlas de semáforo se repetían. “Mi viejo tuvo una”, “Aguante la Gilera”, “¿De qué año es?”. Una vez me paró un policía y yo temblaba por la falta de papeles pero el oficial sólo quería mirar la moto y contarme la historia de la Gilera 300 patrullera.

Empecé a tomar conciencia de que había algo relacionado a esa marca en particular y a la gente, quizás una emoción por el último vestigio del orgullo en la industria motociclista local.

Decidí sacar fotos y armar el blog gilera150.com.ar . Por el número de serie, un visitante me confirmó que mi moto era una Sport de 1957 y le pasé estos datos a un gestor para el reempadronamiento. Un mes más tarde tuve cédula verde y patente.

Usaba la Gilera con frecuencia pero los paseos todavía resultaban accidentados.

Se descargaba la batería, se empastaba la bujía, saltaba la cadena, se aflojaba el centro de la canasta del embrague. El remolque del seguro tardaba varias horas, así que terminé armando un kit de herramientas que entraba en la guantera lateral y aprendí a resolver muchos problemas mecánicos para salir del paso.

En la calle me cruzaba con otras motos clásicas: Vespa, BSA, BMW, Norton, pero nunca una Gilera. Entonces decidí convocar un paseo de Gileras en Capital. Dos o tres personas confirmaron pero luego no vino nadie.

Volví a casa algo decepcionado.

Un mes más tarde publiqué otra convocatoria. Esperé media hora, una hora pero tampoco vino nadie. A diferencia de la vez anterior, salí a pasear solo y mientras circulaba me acordé de algo que había leído sobre Eisenhower y su concepción de las autopistas en Estados Unidos: la planificación debía considerar un traslado conveniente, directo y económico entre dos puntos. Ahí entendí que mi crisis estaba relacionada con abandonar la comodidad de los caminos hechos y superar esa lógica perversa de la conveniencia. A mi regreso escribí todo esto, poniendo énfasis en la mística y el orgullo de tener en marcha una moto clásica, hermosa y fiel que me daba además la posibilidad de recuperar una identidad olvidada en el tiempo.

Empecé a recibir emails y comentarios. Llegaron fotos de todas las provincias, padres y abuelos montando Gileras. En lugar de contar mi experiencia, el blog pasó a contar un recuerdo colectivo. Me emocioné con las fotos, con los testimonios de operarios de la fábrica, con la historia deportiva de Chiche Caldarella y con la hazaña de Alfredo Sebe, que en 1956 viajó de Buenos Aires hasta Nueva York a bordo de una Gilera 150.

La actividad del sitio era impresionante pero virtual y yo no podía sacarme de la cabeza esta idea de circular con otras Gileras. Insistí con la convocatoria. El día indicado estaba esperando en la estación de servicio de Libertador y Pampa cuando escuché un ruido inconfundible. Me asomé y vi llegar una 200 Gran Turismo. A bordo, un tipo llamado Carlos. Después llegó una 175 Giubileo, montada por Poio.

Estos dos gileristas y grandes personas fueron un apoyo fundamental para organizar muchas de las cosas que vinieron.

La segunda salida juntó diez motos, ahí aparecieron Ranguli con su Gilera Macho, Claudio y Leo en 215, Nico con una Spring y Hugo en una Sport. Toda gente entrañable y solidaria.

Cada tres meses salíamos a distintos puntos del Gran Buenos Aires y llegamos al tope de cuarenta Gileras en una salida a La Reja, en agosto de 2009. Es imposible describir lo que se siente frente a una columna de cuarenta motos. El tráfico se abría para dejarnos pasar, la gente salía de los negocios y nos sacaba fotos. Yo miraba para atrás, a esa formación kilométrica de locura en dos ruedas y me desbordaba de emoción.

De alguna forma no lo podía terminar de creer. Los años anteriores habían sido años de encierro solitario, tipeando textos frente a la computadora y ahora, ahí estaba, en un giro absoluto, formando parte de algo grande, colectivo, auténtico.

Más allá del grupo, la conciencia de haberme convertido en otra persona la tomé un domingo de invierno. Habíamos juntado una gran cantidad de gente en San Vicente y volvía solo, ya de noche, bajo la llovizna. Estaba agotado, mojado, muerto de frío, los dedos quemados por una bujía. Me paró un semáforo. A mi lado, una camioneta moderna, una familia regresando de algún country.

El hombre conducía sobre un asiento mullido, la mujer maniobraba con la calefacción, los chicos miraban dos pantallas empotradas en el techo. Yo afuera, en el desamparo solitario del frío y la lluvia no estaba en la mejor circunstancia, pero igual pensé “ Cómo puede vivir así la gente ”.

Mi vida social pasó a estar centrada en las Gileras. No había para mí personas más variadas e interesantes que el grupo que había conocido por las motos. Recibía llamados telefónicos, iba a una choripaneada, respondía mails todos los días, sacaba fotos para un libro, pasaba horas con un mecánico de Gileras y amigo llamado Lovizio, me invitaban a volar en un Biplano Fleet por Azul, prestaba mi moto para una campaña de lencería, el Garage TV me entrevistaba para el exterior, y más.

Claro que no todo era diversión.

Mi moto tenía sillín y no podía llevar a mi novia que llegó a odiar el olor a aceite y a nafta como si hubiera sido el perfume de otra mujer. Y después las responsabilidades típicas del lugar que ocupaba. Los comentarios del sitio, que inicialmente habían sido felicitaciones, empezaban a ser también reclamos: si olvidaba el nombre de un gilerista entre decenas era un desconsiderado, si decidía moderar un comentario era un dictador, si en una formación de cuarenta motos alguien se demoraba y yo no paraba a los cuarenta, no tenía código de camaradería, si en el sitio no aparecían suficientes Gileras 215, estaba discriminando. A veces l os reclamos eran tan absurdos que ni sabía cómo responder. Una vez me hicieron responsable por una indigestión tras el almuerzo en un puesto de ruta. La situación directamente me superó tras subir con bastante inocencia el video publicitario de una marca de ropa donde aparecían Gileras. El argumento era así: joven andrógino circula en moto por la ruta hasta quedarse sin nafta. Pasa una pandilla a bordo de Gileras y le ofrece nafta. El andrógino se ofende sin motivos aparentes y les prende fuego. Las Gileras arden. En lugar de tomar el comercial con humor, las reacciones en el sitio fueron desproporcionadas. Empezaron con insultos y amenazas y hasta hubo una propuesta de salir a quemar los locales de ropa.

El dueño de la marca y la gente involucrada en el video se acercaron al sitio a responder las críticas y calmar los ánimos.

Llegando al 2012 me pareció que pasaba más tiempo aclarando malentendidos frente a la computadora que andando en moto y decidí dar un paso al costado. La sensación fue muy parecida a los regresos de las salidas Gilera: caen las últimas horas de una jornada memorable y volvés comiendo ruta con un grupo de motos, el sonido sumado de los motores compone la música perfecta para tu estado de ánimo. Ves los carteles y sabés que tenés que bajar pero una parte tuya siempre va a quedar en el camino.

Tuve la ocasión de manejar una Harley por la Ruta 66, una Honda Shadow por el puente de las 7 millas, crucé humedales en una 1200 y recorrí el sur de Brasil en una Kawasaki KZ1000 Shaft. Cada experiencia fue única e irrepetible pero estoy tatuado a fuego por esta Gilera de 1400 pesos que me rescató cuando estaba tan confundido para pensar que las cosas eran absolutamente al revés.


Fuente: http://www.clarin.com/sociedad/vieja-Gilera-descubrir-caminos-impensados_0_984501663.html

Comenten chicos,espero que les haya gustado...
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Mensaje por nitro111 Dom Ago 10 2014, 02:28

Increible... Simplemente espectacular
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Mensaje por nitro111 Dom Ago 10 2014, 02:32

Hace mucho que sueño con restaurar una moto, gilera siempre fue mi primer opcion, creo que no ha de haber nada igual que montar una moto a la cual le volviste a dar vida despues de tantos años
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Mensaje por Oscarchu Dom Ago 10 2014, 08:58

Ja, yo estoy restaurando la moto de mi viejo, ya me falta poco, una zanella NT 200 espectacular, al final renegue tanto con los mecanicos que la deje en un vijito que la esta levantando por hobby, por suerte se consiguen las cosas. Mas tarde hare un post mas completo.
Es como dice, una sensacion incomparable y la polenta de los dos tiempos es innegable al igual que el olor a humo en la ropa jaja, pero cada ves que desarmas algo tiene la leyenda IND. ARG de industria argentina y emociona.
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Mensaje por rfrege Vie Ago 29 2014, 16:37

Hermosa esa zanella, las gilera antiguas me gustan tambien pero le ando echando el ojo a unas PUMA
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Mensaje por Oscarchu Vie Ago 29 2014, 17:43

gracias rfrege, es una linda maquina, el tema que al dos tiempos lo dejas parado mucho y no es como el cuatro tiempos, es mucho mas laborioso levantarla, el carburador y escape se ensucia mucho mas, entre otras cosas que no pasa en el cuatro tiempos.
Ya termine de levantarla, se reparo circuito electrico, limpieza de tanque, reemplazo de piezas del carburador, bateria nueva, aros nuevos, descarbonizado de escape y cilindro,etc, me falta la parte de pintura porque se salto en unas partes como la de la foto y el tanque, pero en cuanto este subo el antes y despues.
Saludos.
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Mensaje por rfrege Lun Sep 01 2014, 15:02

Che oscarchu que laburito!! te felicito! armate un post con fotos y todo y avisa! valen la pena esos bichos realmente.

Me hiciste acordar una sapucai que vi aca en berisso,tambien veo rx de zanella. y hace poco estuve casi por comprar una tza patagonica pero me dio muchas vueltas el flaco que la vendia y me quede con las ganas...
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